INTRODUCCIÓN HISTÓRICA
La Cabrera entra en la historia mas cercana y comprobable con la conquista romana del territorio para explotar los yacimientos auríferos de la zona y sobre todo de Las Médulas, a caballo entre el Bierzo y Cabrera.
Casi toda el agua necesaria para las operaciones la captaron en el río Cabrera y sus afluentes. Eso supuso la construcción de largos acueductos o "carriles" (y debajo de esa palabra está la latina "corrugi"), como aquí se llaman, cuyos últimos vestigios aún se mantienen visibles en las laderas no quiere decir todo eso que el territorio estuviera previamente despoblado. La existencia, por ejemplo, de topónimos prerromanos así lo atestigua: abundan los términos "llama", "palo", ’trones", ’trocida", ’trabazos", etc., sin contar aquellos que fueron interpretados por su equivalente en latín, generalmente río, fuente o agua: Riopedro, Riocabo, Riosoqa, Ricasa, Fuentedegato, Fuentedesoqa, Caprada, Cabrera, etc. Por otra parte, excavaciones arqueológicas hechas en Corporales, en la Cabrera Alta, sacaron a la luz un poblado de antiguos moradores arrasado por los romanos en la conquista. Su presencia en la Cabrera duró tanto como la explotación de Las Médulas, es decir, dos siglos largos. Siglos después, hubo repoblaciones en tiempos visigóticos y toda la región estuvo estrechamente vinculada a los monasterios de la tebaida berciana, principalmente San Pedro de Montes.
Esta época dejó su impronta en la institución del "concejo", una institución comunal que tuvo importancia decisiva en la vida cabreiresa y que ha durado hasta finales del siglo pasado. De esa época es también la introducción del viñedo en los cultivos.
A partir del siglo XIV, la Cabrera se constituye en Gobernación dependiente del marquesado de Villafranca del Bierzo, con su gobernador residente en Quintanilla de Losada. La gobernación estaba dividida en tres partidos o zonas: Cabrera, actual Truchas; Losada, actual Encinedo y Ribera, actuales Castrillo de Cabrera, Benuza y Puente de Domingo Flórez.
Duró hasta mediados del siglo XIX, cuando se delimitan los ayuntamientos como están. En un período tan largo y en general marcado por la penuria, hubo momentos de cierta bonanza económica, en torno al siglo XVII, ligados a la ganadería, ovina esencialmente .Fuera de esos momentos, la economía fue siempre de simple subsistencia sobre la base del cultivo del centeno, unos pocos animales domésticos y algo de viñedos, verduras, castañas y lino para el vestido.
La introducción del cultivo de la patata tuvo una influencia muy importante y positiva para la economía cabreiresa y la población llegó a crecer considerablemente. Mientras tanto, ocurrió la desamortización, con la consiguiente enajenación de tierras propiedad de los señoríos, civiles y eclesiásticos, y muchos inquilinos o arrendatarios quedaron así sin sus medios de vida. Y todo eso, junto con la destrucción del viñedo por la filoxera, trajo como consecuencia las primeras oleadas migratorias a finales del XIX y principios del XX: temporales a Andalucía y permanentes a Cuba y Argentina.
Pero la oleada que despobló definitivamente la Cabrera ocurrió hace 40 años y fue hacia Europa. Siguieron unos años de indefinición y penuria general hasta que de pronto en la década de los 80 se descubren y explotan importantes canteras de pizarra. Y esa circunstancia, junto con las remesas monetarias de los emigrantes, las pensiones de jubilación y el progreso general del país en esos años (traducido en dotación de los servicios públicos normales), trajeron por fin a la Cabrera un nivel aceptable de bienestar.
Como no podía ser menos ni excepción a la norma, la modernización ha traído también sus consecuencias negativas. No nos detendremos en ellas y sólo aludiremos a la quiebra en la línea tradicional de la construcción. Renunciamos también a cantar esas excelencias en flora y fauna que andan por rimas y escritos varios. Es verdad que hay mucho y bueno, pero también que la genciana, flor emblemática de estas montañas, languidece, y que buitres, águilas reales, nutrias, rebecos, cabras monteses, etc. no se ven por ninguna parte. En cuanto al oso, si alguna vez anduvo por aquí, hace más de cien años que desapareció. Las cosas claras. Así que baste con mencionar el mismo espacio geográfico, aún pródigo en tantos atractivos dignos de búsqueda y feliz hallazgo: valles profundos, praderas escondidas, bosques de encina y roble, etc. y el espacio humano con múltiples vestigios realmente singulares, sean externos (ciertas casas, calles, hornos, molinos, fraguas, palomares) o internos (palabras, expresiones y acento del dialecto leonés en su formulación cabreiresa) y por encima de todo la simpatía general en el trato.